Un número malo

 

A Gerardo Díaz Ferrán le tocó un “número malo” de la lotería. Así es como calificó en su día el presidente de todos los empresarios y de la ex compañía Air Comet, el fracaso de uno de sus negocios. «Me ha tocado un número malo, qué le vamos a hacer» dijo. Y añadió que el cierre de la aerolínea le había supuesto un gran «disgusto» aunque ya se sabe que cuando se tienen muchas empresas es «como la lotería» que «si llevas muchos números, a veces te toca». Si, ya se sabe. El hundimiento de Air Comet para él fue sólo eso: un número malo en esta lotería de la vida empresarial que consiste en tener negocios varios y, en la mayoría de los casos, cuando las ganancias no son las suficientes, dejar a miles de trabajadores en la calle y olvidarse de ellos o hacer lo imposible para que nos olvidemos de ellos y no sepamos que sigue sin pagarles los sueldos atrasados de casi un año alegando la quiebra o el derrumbamiento de la empresa. Carpetazo al asunto y a seguir jugando a la lotería empresarial. Porque al señor Díaz Ferrán le importaban poco los trabajadores. A él lo que le importaba es que la compañía tenía que cerrar porque su contabilidad sólo daba pérdidas. A él sólo le importaba que cuando el negocio que montó un día ya no le era rentable, se cerrara y adelante, a lloriquear porque no acertó con el número comprado. Para él, que tiene muchas empresas, el que una de ellas se vaya a la ruina no tiene más valor que el de un pequeño papel con unos números que pueden salir o no en el sorteo de la vida laboral. A este señor con tan mala suerte habría que explicarle (muy despacio, claro, por si anda escaso en cuestión de neuronas de comprensión o raciocinio) que eso que él llama su número de la lotería son cientos de familias víctimas de su actitud empresarial y que su comentario fue y es, todavía hoy, algo más que una frivolidad. Es, se mire por donde se mire, de muy mal gusto y yo añadiría que es, además, una falta grave de ética que atañe a los tribunales por tratarse de un ataque directo a los derechos fundamentales de los trabajadores de sus empresas al ser considerados no como seres humanos dedicados al trabajo, sino como seres abstractos convertidos en pura representación numérica. Una papeleta en los dos sentidos de la palabra: o porque los considera papel con contenido negociable o porque los ve como un asunto comprometido. En ambos casos, que sus trabajadores sepan y no olviden que no están ni metidos en el bombo.

Elsa López

                                   Martes 23 de febrero de 2010